Ayer por la tarde me habría sido igualmente fácil hacer otra cosa, pero para embotar la mente elegí estar deprimido, es decir, volver a representar un viejo rito familiar. Volver a representar el rito me hace sentir como si controlara mi depresión en lugar de ser lo contrario: el ritual hace que la depresión parezca premeditada, y que esa disposición de ánimo, aunque dolorosa, parezca casi calculada y previsible