Pero la motivación está casi siempre ahí, porque rara vez llegamos a la meditación por casualidad: llegamos a ella porque sufrimos, porque somos infelices, porque nos sentimos insatisfechos… A veces la mente lo tiene claro: queremos aprender a meditar con la intención de sentirnos menos estresados, menos ansiosos, menos deprimidos, o para dormir mejor, pensar mejor, enfadarnos menos…