—No me dejes —suplicó en voz baja.
Oh, no.
Se me llenaron los ojos al instante en que noté la desesperación en su voz.
—No me dejes —repitió, acercándose y agarrando mi mano—. Te quiero, Jen. He estado seguro de muy pocas cosas en mi vida, pero esta es una de ellas.