fútbol como «arte del imprevisto». Como reino de la espontaneidad. De una espontaneidad que, como tal, no puede ni debe organizarse. Porque dejaría de ser lo que es. Porque el fútbol, nos dice Panzeri, es «una lucha de picardías». Una lucha que precisa del «pibe de la calle», porque la precariedad lo obligó a aprender antes la ley de la sobrevivencia, a «dominar el arte de engañar». Y también el arte de huir