el memorialista haría bien en decirnos, o al menos en facilitar que deduzcamos, qué edad tenía al comienzo de la historia, dónde se produjo el episodio y en qué época, y también en aclararnos ciertos detalles de los antecedentes familiares del protagonista, su clase social, su religión y el estado de ánimo que le dominaba en aquel tiempo. Esta información crucial es precisamente lo que el aspirante a memorialista o a practicante del ensayo personal con frecuencia deja de lado, en teoría porque así logra una historia más universal (en realidad sucede lo contrario: omitir esos detalles frustra y desorienta al lector).