—¡Claro que no! Solo digo que...
Antes de que pueda decir nada más, el ascensor se detiene, las puertas se abren y la chica escapa. Ha vuelto a salir corriendo, como el primer día. No la juzgo. Yo también lo hubiese hecho. Lo peor es que se ha marchado creyendo que me acuesto con mi amiga rubia...
—¡Mierda! ¡Se ha ido corriendo!
—Claro, jovenzuelo. Le daría miedo que le robases su diario