Niega, aprieta el maletín con fuerza y avanza. Cada paso que da, su rostro se ruboriza aún más y mis latidos cardíacos aumentan. Cuando pulsa el botón del octavo, siento que mi corazón de humano sedentario va a explotar, y entonces, declara:
—En realidad, Andrés, lo he hecho para tener...
—Dime.
Las puertas se cierran, Rebeca respira profundo, y suelta:
—... sesenta y nueve segundos para conquistarte.