En 1882, Friedrich Nietzsche (1844-1900) proclamó que Dios había muerto. Y en cierto sentido tenía razón. Sin los mitos, los cultos, los rituales y la conducta ética, lo sagrado pierde su sentido. Al convertir a «dios» en una verdad completamente nocional, a la que solo se llegaba mediante el intelecto crítico, los hombres y las mujeres modernos lo habían matado. El Loco de la parábola de Nietzsche de La gaya ciencia creía que la muerte de Dios había desarraigado a la humanidad. «¿Todavía existe un arriba y un abajo? —se preguntaba—. ¿Acaso vamos a la deriva por una nada infinita?».106