Nàdia lanza a Dídac por el aire y Quim lo recoge y el niño se ríe como loco. Primero lo sostienen unas manos firmes y el agua está fría. Después lo catapultan por el aire, arriba, arriba, hacia el cielo, que es azul como la emoción y la felicidad, hacia el sol, que quema amarillísimo, como el espanto. Y entonces vuelve a bajar, de repente, parece que tiraran de él con una cuerda, y lo agarran otras manos y se salpica.