Las deudas de guerra como la madre de los monopolios reales
Las órdenes bancarias de la Iglesia —los caballeros Templarios y los Hospitalarios— prestaban a los reyes y a los nobles en la parte superior de la pirámide social, primero para embarcarse en las Cruzadas y después para librar guerras respaldadas por el papado. La inmunidad excepcional que disfrutaban ante la censura religiosa del afán de lucro —junto con el alto estatus de sus prestatarios— les permitía eludir la doctrina de la Iglesia que condenaba el cobro de intereses. Este fue solo un pequeño paso para legitimar el crédito comercial, sobre la base de que el comercio ayudaba a unificar las naciones como parte del orden divino, que asignaba a cada región su propio papel a desempeñar en aras de la armonía universal.
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