La manera más sencilla de aumentar los ingresos es hacer lo que decía el profesor Jensen: «Amañar las cifras». Los beneficios pueden ser tantos como el director financiero (CFO) le diga al contable que reporte, con la mirada puesta en los objetivos fijados por las casas de bolsa y los administradores de dinero. Se hace difícil, incluso para las empresas bien gestionadas, resistir este enfoque financiero cortoplacista, que Hyman Minsky llamó capitalismo administrador de dinero. En lugar de premiar el crecimiento, tal y como hacían los inversores tradicionales a largo plazo, las empresas se ven obligadas a defenderse de los invasores y de los accionistas activistas. Compañías ricas en efectivo y con poca deuda se tragan motu proprio «píldoras venenosas» y se cargan de deuda para comprar sus propias acciones o las de otras empresas, con el fin de dejar menos ganancias que los invasores potenciales puedan usar como garantía de sus préstamos para hacerse con ellas. Martin Lipton, a quien se atribuye el haber perfeccionado la «píldora venenosa» para defender a las empresas contra este tipo de adquisiciones financiadas con deuda, explicó por qué es peligroso otorgar a los accionistas activistas semejante poder de ataque:
El poder excesivo de los accionistas es precisamente lo que dio lugar a la fijación con el corto plazo que condujo a la crisis financiera actual. Durante los últimos veinte años, a medida que el poder de los accionistas se incrementaba, nuestros mercados de valores se fueron institucionalizando cada vez más. Los inversores reales son en su mayoría administradores de dinero profesionales que se centran en el corto plazo. Estos son los accionistas que empujaron a las empresas a generar rendimientos a niveles que no eran sostenibles. También se aseguraron de que los altos rendimientos estuvieran ligados a indemnizaciones de gestión. La presión para generar ganancias imposibles alimentó una mayor asunción de riesgos.
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