Las fuentes literarias sobre el personaje acostumbran a ser presentadas diferenciando de forma nítida los escritos cristianos de los no cristianos, y distinguiendo, entre los primeros, los «canónicos» de los denominados «apócrifos»; de hecho, según una posición extendida, las obras canonizadas por las Iglesias cristianas históricamente exitosas representan la recepción genuina del personaje y, por tanto, el único medio legítimo para reconstruirlo. En perspectiva histórica, esta última distinción carece en rigor de sentido, pues presupone ya un enfoque emic que separa la literatura normativa de la que fue excluida del canon, una definición debida a razones teológicas que nada tienen necesariamente que ver con la fiabilidad de las distintas obras como fuentes para el estudio histórico