Recuerdo una noticia más bien insignificante —dijo—. Anoche a las ocho un irlandés y un negro asesinaron al anciano Mr. Higginbotham, de Kimballton, en su huerto. Lo colgaron de la rama de un peral de St. Michael,
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viajero (que era el sujeto más malcarado con el que uno menos querría encontrarse en un bosque solitario)
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Mr. Higginbotham, a quien había conocido como cliente
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un granjero entrado en años, que había llegado a caballo poco antes
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la versión impresa describía la señal de la cuerda alrededor del cuello del muerto y daba a conocer la cifra de miles de dólares
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colgado del peral de St. Michael, con los bolsillos vueltos del revés.
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supuesto que Mr. Higginbotham era aborrecido en Parker’s Falls, y que se había decretado una acción de gracias por su asesinato
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Mr. Higginbotham tenía a su servicio a un irlandés de dudosa reputación
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Nunca vi un hombre con aspecto tan amarillo y flaco como el