En lo que a mí respecta, la composición de una poesía acontece de una manera —que si no me lo mostrase la experiencia— nunca lo habría creído. Moviéndome en torno a una informe situación engañosa, me murmuro a mí mismo un pensamiento, encarnado en un ritmo abierto, siempre el mismo. Las diferentes palabras y sus diferentes uniones coloran la nueva concentración musical individualizándola. Y la mayor parte está hecha. No queda ahora más que volver sobre estos dos, tres, cuatro versos, casi siempre ya en este estadio definitivos e iniciales, y atormentarlos, interrogarles, adaptar sus diversos desarrollos, hasta que doy con el justo.