Vivimos en ella, porque somos habitantes de la orilla del mar, y vamos subiendo poco a poco hasta las montañas más altas, donde es difícil vivir; solo con la mente seguimos ascendiendo; como actuantes que somos nos hemos atrevido a contemplar la luna, los planetas satélites y sus lunas, y hasta los astros inmóviles unos frente a otros; y el hombre, que relaciona consigo mismo todo lo que sea necesario, no deja de halagarse con la ilusión de que en realidad el universo, del cual, como es natural, forma parte, ejerce también una influencia especialmente notable sobre él.