Xabier Mendiguren

mujeres que ha amado X son dominantes; les salen hilos de las uñas cuidadas con manicura, hilos que llegan a la cabeza, brazos, manos, rodillas, pies de X; y así, esas mujeres no tienen más que mover un dedo para que todo el cuerpo de X baile al son que ellas quieren. X ha sido, a menudo, un títere de las mujeres que ha amado

Le pregunté por sus cuadros; ella no por mis libros. Le pregunté si era feliz; ella a mí no.

Yo cada vez más pequeña, ella más y más grande. Yo con el complejo de una persona dubitativa, ella con sus aires de princesa

hay que ir, voy a clase, salgo a la calle a hacer la compra, pero mi cabeza está en otra parte. La escritura es ocupación. Una ocupación absoluta que me invade. La escritura ocupa mi cuerpo mi mente mi corazón alma espíritu

Escribir sobre mí es mi modo de escribir sobre ti

Admiro a los escritores que defienden que escribir es fundamentalmente reescribir; admiro a los escritores que de cien páginas escritas dejan solo doce y tres cuartos; admiro a los escritores que se pasan una decena de años con una idea rondándoles la cabeza para escribir una novela; admiro, en general, a los escritores.

Tenía que escribir esto para sentirme ahora más tranquila.

Siento que si X continúa con vida es porque yo he imaginado su muerte. Porque lo he matado en mi imaginación. Porque al escribir estas líneas en cierta forma vuelvo eterno a X. Lo hago inmortal.

«Debí de emplear tres años en escribir aquel libro. No podía hablar de él porque la menor intrusión en el libro, la menor opinión «objetiva» habría borrado todo de ese libro. Otra escritura, corregida, habría destruido la escritura del libro y mi propio conocimiento del libro. Esa ilusión que tenemos —y que es justa— de ser la única persona que ha escrito lo que hemos escrito, sea nulo o maravilloso».
—Marguerite Duras

por eso sospecho que la única razón de su amor es el miedo que le da la soledad o que es un auténtico fanático de la comodidad.

Todas las noches, en sueños, me acuesto con alguien que no es X. Hoy, con aquella novia tetona que tuve hace tiempo. Ayer, con el tío cachas ese de mi pueblo. Cada noche alguien distinto, pero siempre alguien que no es X. Y confieso que me gusta. Y lo paso mal, muy mal. Y una vez despierta me sigue pareciendo verdad, que todavía estoy en el sueño, que le he puesto los cuernos a X, una y otra vez, con sentimiento de culpa pero con desvergüenza repetida. Y eso una noche, y otra noche, y otra más.

hay en mi armario un negro suficientemente negro para mostrar esta tristeza que me está matando.