¿qué ocurre con los niños estadounidenses que, por lo general, tienen su primer smartphone a los 11 años, más o menos, y después se socializan en las culturas de Instagram, TikTok, los videojuegos y la vida online durante el resto de su adolescencia? La introducción secuencial de las experiencias adecuadas para cada edad, adaptadas a los períodos sensibles y compartidas con sus pares, había sido la norma en los tiempos de la infancia basada en el juego. Pero, en una infancia basada en el teléfono, los niños se sumergen en un torbellino de contenido adulto y experiencias que les llegan sin orden ni concierto. La identidad, la personalidad, las emociones y las relaciones serán diferentes si se desarrollan online, en vez de en la vida real. Lo que se recompensa o penaliza, la profundidad de las amistades y, sobre todo, lo que es deseable será determinado por miles de publicaciones, comentarios y valoraciones que los niños ven cada semana. Cualquier niño o niña que use de forma intensiva las redes sociales durante su período sensible se moldeará en función de las culturas de esos sitios. Quizá esto explique por qué los resultados de la generación Z relativos a la salud mental son mucho peores que en el caso de los millennials: la generación Z fue la primera generación que pasó la pubertad y el período sensible para el aprendizaje cultural metida en sus smartphones.