La cuestión consiste en estar presente, en cualquier momento y tal como eres, ante ti mismo, con una actitud abierta, generosa y amable. No juzgar significa, como ya hemos visto, no criticarte cada vez que descubras que no vives a la altura de los estándares habitualmente irreales que has establecido. Regañarte por ello sería escasamente coherente con el espíritu de la no-violencia.