Ancianos y orangutanes
Bueno ha de ser que esta pareja de ancianos
–fríos, rubios, azules y rosados–
hagan su paseíto por el jardín zoológico
sentados en un tren en miniatura
y que sus no agotados pero engastados ojos
de aguamarina vean podrirse en una poza
árboles que dejaron de ser para que otros sean
Y en la gran jaula de los monos vean
como en un espejo de cuatro dimensiones
que incluye la del tiempo, la lección repetida
tal vez absurda pero inevitable:
entre los monos viejos y los jóvenes
¿qué diferencia hay? Yo no veo ninguna
con la sola excepción de la muerte que espera
a unos más de cerca, de más lejos a otros
Los ancianos comprenden (quizá) la diferencia;
comparten la mirada del viejo orangután:
la inteligencia que no pregunta nada,
que, centrada en sí misma, descansa en el absurdo.