Los seres humanos tenían muchas rarezas. Los insectos les parecían repulsivos, pero se alegraban cuando una mariquita se les posaba en los dedos. Detestaban a las ratas, pero adoraban a las ardillas. Los buitres les parecían repugnantes, y las águilas, majestuosas. Odiaban a los mosquitos y a las moscas, pero les hacían gracia las luciérnagas. Si bien el cobre y el hierro eran fundamentales en el aspecto medicinal, era el oro lo que codiciaban. No prestaban atención a las piedras que pisaban sus pies, pero se volvían locos por las piedras preciosas.