Pablo Gianera

El origen de la conciencia en la ruptura de la mente bicameral

el alma en cualesquiera de sus movimientos y actos está toda a la vez. Toda ve, y toda recuerda lo visto; toda oye, y toda recuerda los sonidos; toda huele, y toda recuerda los olores; toda gusta, y distingue por la lengua y el paladar los sabores; toda toca las cosas duras y suaves; toda aprueba o reprueba a la vez. Pero lo caliente y lo frío lo distingue toda con cualquier sentido en general. Toda es vista; toda es oídos; toda recuerda; cuando recuerda toda, toda es memoria; cuando toda quiere, toda es voluntad; cuando toda piensa, toda es pensamiento; cuando toda ama, toda es amor

“Hablar los sonidos y hacer sonar las palabras”. Así llamó Dietrich Fischer-Dieskau a uno de sus libros.

¿Podía ser que ese viejo, que, según él mismo decía, parecía vivir y respirar en el canto no hubiera tenido ninguna sospecha de lo que era auténticamente el canto, es decir, de la música [Tonkunst], el verdadero elemento del que nace toda poesía y al que toda poesía vuelve?”. [16] La frase, un poco asombrosa en boca de Goethe, parece dar a entender que, aparte de las posibles correspondencias métricas, se debe hacer audible una latencia sonora, y sin embargo hasta entonces muda, del poema.

primer manifiesto del romanticismo, aquél que opone la religión del arte al desencantamiento iluminista.

Efusiones sentimentales de un monje enamorado del arte

el alma en cualesquiera de sus movimientos y actos está toda a la vez. Toda ve, y toda recuerda lo visto; toda oye, y toda recuerda los sonidos; toda huele, y toda recuerda los olores; toda gusta, y distingue por la lengua y el paladar los sabores; toda toca las cosas duras y suaves; toda aprueba o reprueba a la vez. Pero lo caliente y lo frío lo distingue toda con cualquier sentido en general. Toda es vista; toda es oídos; toda recuerda; cuando recuerda toda, toda es memoria; cuando toda quiere, toda es voluntad; cuando toda piensa, toda es pensamiento; cuando toda ama, toda es amor”. Así la música.

tal vez como ocurre aún hoy en las escuelas talmúdicas y coránicas donde, para aprehender el texto sagrado con todos los sentidos, los lectores usan el tacto, la vista, el oído, el gusto (llevándose el libro a los labios) y hasta el olfato, meciendo el cuerpo entero al ritmo de las palabras.

Fue Horacio quien, en el siglo I a.C., propuso la locución clásica de esta relación entre lo que vemos y lo que oímos: “Tal como en la pintura, así en la poesía”. Para Horacio, las estrategias del espectador no son esencialmente diferentes de las del lector que oye la música del texto. Toda imagen sugiere posibilidades narrativas, toda narración acaba siendo visual; las dos producen, como en los primitivos lectores de Jaynes, una metamorfosis sonora.

Las sílabas son personajes. Les tomo una foto, de frente y de perfil. Hago una criminología de fonemas”.