Me hubiese gustado estar al pie de la cama del hospital y decirle: Te lavaron tan bien el estómago que no se notará que lo tenías percudido. Por el contrario, nadie dijo nada. Al restablecerse sus signos, la trajeron de vuelta durante el velorio. Aun sedada, miraba con tanto dolor dentro de la caja que no podía saberse cuál de las dos había salido primero del útero.