Sentada frente a ella, mirándola desayunar sus huevos tibios, se me ocurrió que la única salida era irme, que me aterra su soledad y su vida y que la amo tanto que se me vuelve insoportable tenerla cerca, sin sentir la necesidad de hacerla feliz o culparla por todo, que es incluso imposible escucharla sin que sus palabras me maten.