Y Brasil campeón, otra vez. Y México, magnífico anfitrión, otra vez, como en las olimpiadas llevadas a cabo dos años atrás. Y todo jodido, otra vez. ¡Es sólo un juego!, dirán, sí, pero también es una competencia y un negocio, una baladronada nacionalista y un pretexto para desplegar el circo y permitir que los emperadores continúen levantando o declinando el dedo pulgar