cada vez que un creador, un archivista o un usuario interactúa, interroga o interpreta los documentos, estos se configuran de manera activa, de modo que “cada activación deja su rastro, contribuyendo a develar los infinitos significados del archivo” (2001, p. 137). El significado de los documentos, por lo tanto, no solo radica en su contenido, sino también en los usos que se les da y en las intenciones de quienes los usan.