Aunque me paso el día multiplicando mis puntos de vista, no logro convertirme en la comunidad artística e intelectual, y sigo siendo nada más yo mismo, ligado a la vida política a través del voto. Ante mí mismo, no hago algo tan grandilocuente como invocar mis principios, ni uso la fórmula tan golpeada históricamente de “hacerle el juego a la derecha”.