centro de la habitación empezaron a avanzar al unísono, esgrimiendo una daga afilada como una navaja de afeitar con una mano y ocultando la otra modestamente a la espalda.
Desde un rincón de la sala, el señor Darcy observó a Elizabeth y a sus hermanas avanzar a través de la habitación, decapitando a un zombi tras otro. Sólo conocía a otra mujer en Gran Bretaña capaz de manejar una daga con semejante destreza, gracia y mortífera precisión.