si un pitcher lanza una pelota a unas 90 millas por hora, esta tardaría en llegar al home plate2 en unos relampagueantes 0,45 segundos, pero si se lanza a una velocidad cercana a las 100 millas por hora, entonces llegaría en unos fulminantes 0,39 segundos (menos tiempo que un simple parpadeo). Estos 0,06 segundos son determinantes para una eventual reacción, según el Dr. Timothy Verstynen (médico especialista en cognición, conducta y cerebro). Todavía más, el doctor afirma que, en tales condiciones, «fisiológicamente es imposible planificar una acción voluntaria»3. En rigor, este dinamismo lleva al cerebro del bateador a su punto límite de reacción y, por otro lado, lleva al brazo del lanzador a su límite de potencia. Es decir, límites contra límites en una distancia de 18,4 metros4. ¡Tamaña proeza!