Cualquier ama de casa bien informada que hubiera recurrido en alguna ocasión a los servicios de la estirpe singular de «empleadas del hogar» que acuden a los domicilios a limpiar y ordenar por horas, o, en realidad, cualquier persona inglesa, habría dicho: «La mujer de debajo de ese sombrero solo puede ser una señora de la limpieza londinense», y, además, habría acertado