el rostro de Castro Ruz se dibuja una expresión de tristeza. Pero fue algo instantáneo, pues de inmediato saltó a otro tema, respondió a preguntas y continuó en lo que es una actitud inseparable en él, hablar, hablar sin descanso, casi sin respiro; hablar como una máquina, más que como un ser humano. Hablar horas y horas como si hubiese sido entrenado sólo para esa actividad desde sus primeros años. Hablar como si no hubiera límite para el cansancio.