Sin embargo, más aun, resulta decisivo que, tanto para Descartes como para Spinoza, el espectro no pertenece –como propone Bayle–a la dimensión del pensamiento sino de la imaginación. Por tanto, la esencia eidética de una quimera imaginal no conlleva su existencia necesaria como puede deducirse, al contrario, la necesariedad de que un triángulo tenga tres lados y, por ser una perfección matemática, deba existir creada por Dios. En este sentido, el espectro es desplazado fuera del orden del ser para ser recluido en una esfera, la imaginación, donde las imágenes incapaces de representar para el pensamiento un existente objetivo externo no cobran fuerza ontológica sino que son la manifestación efímera de una ilusión