NO SÉ CUÁNDO fue que Pablo empezó a desarmarse. Tenía más de veinte seguro, llevábamos una vida sin pistas de que pudiera haber otra cosa que el Pablo de siempre. Su crecimiento, sus cambios, sí, pero con ese hilván que nos permite leer al otro en una cierta continuidad. Qué de lo que pensamos que era un momento de silencio, de tristeza tal vez, se convirtió en el principio de perderlo.