Pero aunque no entendiera nada a los trece años, ya sabía que hay personas en el mundo que odian a los mexicanos, incluso a los mexicanos que no son pobres. No necesitaba que mi padre me lo dijera. Y para ese entonces también sabía que había personas en el mundo que odiaban a mi padre. Lo odiaban por ser gay. Y para esas personas, pues, mi padre no importaba.