Benjamin Alire Sáez

–No quiero ser como la mayoría de los tipos, así que fue un cumplido.

La cuestión es que no quería parar. Quería saber lo que era estar ebrio. ¿Quieren que lo explique con lógica? Pues ¿dónde estaba la lógica de morir en accidentes? ¿Dónde estaba la lógica del cáncer? ¿Dónde estaba la ­lógica de la vida? Comenzaba a pensar que el corazón humano tenía una lógica inexplicable. Pero también comenzaba a sentirme ebrio, así que no confiaba en nada de lo que pensaba.

Es como si siempre hubiera querido agradarle, ser un buen chico y todo eso… y, maldición, no quiero defraudarlo.

No sé por qué lo hago. No sé por qué experimento con esas malditas sustancias psicoactivas. Siempre acabo odiándome después.

Tal vez todo pareciera normal por fuera. Pero por dentro, bueno, siempre había algún tipo de huracán que daba vueltas.

Tenía que dejar de analizarme. No tenía las credenciales para ser mi propio terapeuta.

–Sí, si tienes la facultad de darme un nombre, tienes la facultad de decirme qué hacer.

Me pregunté cómo podía sonreír así. Su vida era complicada con una C mayúscula. Aunque supongo que todos teníamos vidas complicadas. Incluso yo.

Sentía que debía hacer algo para arreglar todo lo que andaba mal en la vida de quienes amaba. Pero no podía arreglar nada. Ni una maldita cosa.

sam: No hay puntos extra por comportarse como seres humanos decentes.