Deborah Daich

Sobredimensionar estas expresiones de deseo sexual como “acoso”, por burdas o molestas que algunas de ellas sean, refuerza el victimismo presente en la tríada

La apelación a lo penal, y a su lenguaje, por el contrario, es el recurso preferido de lo que queda en pie de la política, en clave de búsqueda de consenso y de legitimidad.

Nancy Fraser (2013), en un texto ya famoso, denuncia la cooptación de muchos feminismos (anglosajones) por parte del neoliberalismo, a través de la conversión de cuestiones políticas y sociales “estructurales” en cuestiones identitarias.

En el modelo nórdico, la criminalización del cliente se acompaña de medidas tendientes a ayudar a las mujeres que deciden dejar la calle: aquellas que, en cambio, no lo desean, dicen algunas investigaciones, sufren una estigmatización adicional.

la elección de prostituirse no es ciertamente “libre” (aunque podría decirse que esto vale también para muchos otros trabajos).

feminismo, como movimiento y horizonte de pensamiento,

Un discurso no es un texto sino, como ha señalado Michel Foucault, una estructura histórica, social e institucionalmente específica de enunciados, categorías, creencias y términos.

aparece en Estados Unidos el movimiento de liberación de la mujer. Desde su inicio, la sexualidad fue un tema político de suma importancia: por un lado, la libertad sexual de las mujeres fue una reivindicación sustantiva

se inscribiera legalmente el hostigamiento sexual en el trabajo como una forma de discriminación.1 Una de las pioneras en esta lucha fue la abogada Catharine MacKinnon

se ha ido convirtiendo en una cruzada moralista, que alienta el giro punitivo al exigir una excesiva intervención del sistema penal ante ciertos problemas culturales. Este giro punitivo alienta el paradigma político conservador sobre el género y la sexualidad y, en especial, fortalece la representación de todas las mujeres como víctimas potenciales.