Aprendí que uno de los secretos de la plenitud es comprender la amistad como círculos, capas o sistemas planetarios. Hay un puñado de confidentes más cercanos que habitan en nuestra órbita inmediata; un poco más lejos, están los amigos queridos, que ejercen una fuerza de gravedad menos frecuente sobre nosotros pero que, de todos modos, son necesarios para nuestra felicidad; luego, están esos allegados por los que sentimos cariño, cuyas trayectorias pueden cruzarse de vez en cuando con las nuestras y que ese encuentro signifique algo; y, aún más lejos, están las amistades de estrellas de Nietzsche, esos amores platónicos del pasado con los que ya no interactuamos, pero cuya impronta sigue presente en la galaxia que compartimos