Pero la vieja Europa, la de esa sociedad feudal y clasista, la del antisemitismo, la de la corrupción política y la desigualdad social, era exactamente lo que lo impulsó a marcharse a Estados Unidos. Al mismo tiempo, cultivaba cierta nostalgia de otra vieja Europa, una sociedad en la que, gracias a las ideas de la Ilustración, había podido florecer entre los judíos europeos una verdadera Bildung, una formación espiritual en las artes y las humanidades, la filosofía y la ciencia.