Estas revoluciones fueron fenómenos que deben estudiarse como parte de la consolidación de la izquierda no comunista en América Latina, a mediados de siglo, y a la vez como evidencia del intento de conducir el cambio revolucionario por vías democráticas y de derecho. A diferencia de la Revolución mexicana, la guatemalteca y la boliviana, que fueron, en buena medida, sus hijas, optaron por regímenes políticos pluripartidistas y elecciones regulares y competidas, a la vez que combatían la dependencia económica de Estados Unidos.