En los últimos años, autores como Vera Carnovale, Aldo Marchesi y Eugenia Palieraki han encontrado en la historia de las guerrillas del Cono Sur (PRT-ERP, Tupamaros, Montoneros, el MIR chileno, el ELN boliviano o la Junta de Coordinación Revolucionaria que intentó unirlos a todos) una serie de fricciones teóricas y prácticas con el modelo guevarista, que iban desde la revaloración de la lucha urbana hasta el énfasis en el papel de la pequeña burguesía.1