Claro —dijo Madre—. Mira, un hombre se puede preocupar y preocupar hasta consumirse y al poco se echará y se dejará morir con el corazón seco. Pero si lo coges, le haces enfurecerse, entonces se pondrá bien. Padre no ha dicho nada, pero ahora está enfadado. Y me lo va a demostrar.