Y de este modo, Danny permaneció sentado un mes sobre su catre en la prisión municipal de Monterrey. A veces dibujaba imágenes obscenas en las paredes y a veces meditaba sobre su carrera en el ejército. El tiempo transcurría lentamente en aquella celda de la prisión municipal. De vez en cuando llevaban a un borracho a pasar la noche, pero en general el crimen no florecía en Monterrey, y Danny estaba solo. Al principio los chinches le incomodaban un poco, pero a medida que se acostumbraron al sabor de su carne y él se fue habituando a sus mordiscos, empezaron a convivir pacíficamente