Lina entendió ahora el motivo de la admiración de Gis. Obviamente en el nido había sido educado para apreciar la hermosura al estilo umbrío. Y ella, en la superficie, estaba condicionada para caer en los estándares de belleza tibia. Gis tenía un rostro de esos que producen tortícolis cuando te los encuentras por los pasillos de la escuela o en un centro comercial.