Yo extraño a veces la casa de mis padres,
cercada de las sierras, donde un patio
se sonroja ante la terca
coquetería del otoño y el sueño
se desliza sin pausas hasta el alba.
Donde nunca tiembla.
Vecinos,
¿por qué nos quedamos
después de tantos siglos
en esta ciudad?
A esta hora mi abuela
debe estar picando
las cebollas para la comida.
Hasta el próximo temblor, vecinos míos.