Kristen Roupenian

Estábamos furiosos, pero era una ira mezclada con un entusiasmo desbocado, la emoción, casi, de la caza: saber que algo explosivo e irreversible estaba a punto de ocurrir.

entonces fantaseó con que en algún lugar del universo habría un chico que consideraría aquel momento tan horrible y a la vez tan tronchante como ella y que en algún momento, en un futuro lejano, le contaría esta historia a ese chico. Le diría: «Y entonces él dijo: “Me la pones durísima”», y el chico la agarraría de la pierna y gritaría agónico: «¡Oh, Dios mío, para, por favor, no lo aguanto más!», y se desplomarían uno en los brazos del otro y no podrían dejar de reírse... Pero, por supuesto, tal futuro no existía, porque tal chico no existía y nunca existiría.

Era casi existencialmente desconcertante que dos personas que estuvieran tan próximas en el plano físico pudieran estar experimentando el mismo momento de una forma tan diferente.

Anna se manifestaba a su lado como un fantasma. Piensa en mí, piensa en mí, susurraba en su oído, y él lo hacía. Su cerebro volvía a acelerarse, pensando, removiendo, juzgando.

Prefiero mil veces una mamada entusiasta antes que una sesión de sexo tibio.

Prefiero mil veces una mamada entusiasta antes que una sesión de sexo tibio.

Vale, me digo a mí mismo, la chica tiene un fetiche, y es uno que da miedo. Quién sabe de dónde lo habrá sacado; quiero decir, me lo puedo imaginar, hay un montón de oscuras posibilidades, pero la verdad es que no quiero adentrarme mucho por ese camino.

preguntábamos el uno al otro cuánto tiempo iba a seguir saliendo nuestro amigo con gente horrible para luego hacerse el sorprendido cuando lo trataran de forma horrible.

Así dicho puede parecer cruel, y tal vez lo fuera, pero lo aceptaba sin quejarse, y, durante un tiempo, floreció bajo nuestros cuidados.

y Jessica estaba segura de que la policía pronto regresaría para confirmar su culpabilidad, para exponerla ante el mundo entero como la primera chica que se había cruzado con el secuestrador y para mostrar cómo, al hacerlo, había invitado al mal.