e gustó tu discurso, a decir verdad. Sobre todo, la parte en la que dices que tendrás que follarme muchísimo —se burla.
Pellizco la piel de su abdomen.
—Auch —se queja.
—Estoy hablando en serio, Maximilian. —Le doy una dura mirada.
Me mira por unos segundos, la luz del fuego hace que su azul se vea aún más cálido, me fijo en la pequeña mancha café que salpica su iris izquierdo. Me gusta tanto esa peculiaridad.
—Es difícil para nuestro orgullo aceptarlo, tú no lo dirás, yo no lo diré, pero es tan fuerte que vuelve siempre a juntarnos.
Llevo mi mano hasta su mejilla y acaricio la creciente barba. Su mandíbula cuadrada, su recta nariz y sus labios ya no tan morados, hacen que algo en mi interior se infle al contemplarlo.
—Me gustas tanto… —las palabras me salen sin pensar y en un susurro.
—Tú a mí me encantas, At —dice con voz ronca.