qué paz
puede haber si siempre estoy con él
en el borde del océano
sangrando las mandíbulas.
Esto me recuerda que tengo que denunciarlo
por publicidad engañosa:
eso de «para siempre» (que destiló su sonrisa,
y en un dedo un anillo)
—como ya avisaban algunos analistas—
era, naturalmente, un cebo.