Así pues, la muerte de Dios puede ir a la par de la moral heredada de la Biblia. Los partidarios de esta opinión singular rechazan la trascendencia, y luego defienden los valores cristianos disociados de su legitimación sociológica. El cielo está vacío, de acuerdo, pero el mundo puede vivir mejor con el amor del prójimo, el perdón de las faltas, la práctica de la caridad y otras virtudes hace tiempo denominadas generosidad, compasión, misericordia, gratitud, prudencia, templanza, etcétera.