Para Descartes y sus seguidores, como Cordemoy, el único indicio fiable de que otro organismo posee una mente y, por tanto, escapa a la explicación mecánica, es su uso del lenguaje de forma normal y creativa, propiamente humana, libre del control de estímulos identificables, nuevo e innovador, adecuado a las situaciones, coherente, capaz de preñar nuestra mente de nuevos pensamientos e ideas.