—Atar a bobalicones inconscientes es aburrido.
—Nosotros ya hemos cumplido nuestra parte de la misión.
—Ya, pero yo prefiero un poco más de acción.
—Como no hagas lo que te digo, te voy a atar y amordazar yo a ti.
Viggo sonrió.
—Sí, mi preciosa —dijo y le sonrió amoroso.
Ingrid resopló, sacudió la cabeza y se puso al trabajo.