Cuando el agujero está totalmente cubierto y no queda ningún intersticio, ninguna fisura por donde pueda filtrarse ni el eco del último aliento, la cuchara arroja la mezcla, como si la escupiera, contra la nueva pared y aplana la superficie donde después pondrán la lápida con el nombre de tu padre y, entre paréntesis, el año de su nacimiento y el año de su muerte. Así, condenado a cadena perpetua, encarcelado, tapiado, no podrá escaparse nunca.